14 de junio de 2022
Los estudios de Vanesa Robles y David García sobre la reproducción en el pez cebra han abierto la puerta a un tratamiento en humanos que combina probióticos
Las aguas del río Ganges, al este de la India, son consideradas la casa del pez cebra. Un animal que también se puede encontrar en países del entorno como Bangladesh, Nepal, Pakistán, Bután, Tailandia o Myanmar y que es el modelo biológico de una investigación de repercusión internacional que ha sido desarrollada desde la Universidad de León (ULE).
Su patente llegó primero a Estados Unidos y Japón gracias a la colaboración con una empresa de probióticos
Vanesa Robles Rodríguez y David García Valcarce son dos investigadores del área de Biología Celular de la ULE que han conseguido que sus estudios con el pez cebra hayan sentado las bases para sacar al mercado un producto contra la infertilidad masculina en humanos. Un tratamiento que llega ya a más de 40 países y que se basa en la combinación de dos cepas de probióticos. Algo revolucionario, puesto que hasta estas investigaciones en el Campus de Vegazana no había sido descrito.
Las investigaciones de Vanesa y David comenzaron en 2010 y este año han sido galardonados con el ‘Premio del Consejo Social a la transferencia de resultados de investigación a la empresa’ que concede la ULE. Un proceso gradual en el que primero comprobaron los resultados en el pez cebra, luego en humanos con donantes voluntarios y, más tarde, patentaron su producto junto a una empresa de probióticos «potente a nivel nacional». «Llegamos a medias con la empresa a Estados Unidos y Japón, pero ellos están interesados en seguir extendiéndola y desde la ULE se lo hemos cedido a cambios de ciertas regalías», explica Vanesa a este periódico.
La ULE ha premiado este año a estos dos investigadores por la transferencia de resultados a las empresas. Según afirma esta profesora de la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales de la ULE, parte del éxito del producto se debe a esa simbiosis con la empresa. Una apuesta, la de combinar probióticos con propiedades antioxidantes con otros antiinflamatorios, que en sus inicios fue «difícil de creer» ya que no estaba descrito su uso con fines reproductivos. Algo que Vanesa y David pusieron en marcha con pocas expectativas en sus investigaciones con el pez cebra, pero que arrojó resultados sorprendentes. «Al principio era un poco chocante, pero nuestros resultados preliminares eran buenos. Vimos que con el consumo diario de una píldora durante una semana la motilidad espermática mejoraba de forma significativa en los donantes con mayores problemas», apunta Vanesa.
El uso de probióticos en varones con fines reproductivos disminuye la cantidad de especies reactivas al oxígeno, las cuales pueden dañar a los espermatozoides, y reduce la fragmentación del ADN. Unas conclusiones que hoy ayudan a tener hijos a parejas más de 40 países y que no serían posibles sin las investigaciones con el pez cebra puestas en marcha por Vanesa y David desde León.